lunes, 1 de octubre de 2007

JARABE CON SABOR A LAURA

Un sábado cualquiera de otoño, hora de comer: entre las patatas con chorizo y el cordero asado (¡ñam, ya apetecía el menú de invierno!), el bebé de nuestros amigos protesta. Parece que tiene hambre. Laura, su madre, se levanta de la mesa, la saca del cochecito, vuelve a sentarse con ella en brazos y, con una naturalidad que me encanta, se desabrocha la camisa para ponerla al pecho. Frente a ellas, la cara de Javier es la definición del asombro: ojos como platos, boquiabierto, la mano que sostiene el tenedor detenida en el aire. Es la primera vez en sus doce años de vida que contempla tan de cerca cómo se amamanta a una criatura. Y le explico:
-¿Ves? Ainhara está comiendo ahora, como nosotros.
Una sonrisa le ilumina el rostro y me ofrece su explicación, que difiere algo de la mía:
-¡Claro! Está tomando jarabe con sabor a Laura.
Si alguien encuentra una definición más poética del amamantamiento, por favor, que me la envíe.