lunes, 28 de enero de 2008

CAN (PUEDO)

Este vídeo es para todos los padres y madres que, día a día, luchamos por nuestros hijos: contra la soledad, contra la incomprensión, contra el miedo, contra nuestras propias fuerzas... Es la historia de un padre australiano (60 años) que compite, junto a su hijo afectado por parálisis cerebral, en las pruebas de IRONMAN, un triathlon que consiste en nadar durante 4 km., otros 180 km. en bicicleta y una maratón de 42,5 km. Los campeones lo hacen en unas 8 horas y cuarto, aproximadamente. Este padre lo consiguió, junto a su hijo, en 17 horas. ¡PREPARADOS, KLEENEX, YA!

...Y OTRA DE ARENA

Me lo envía mi amiga Elena y me ha hecho reír un buen rato.

Me gustaría dar las gracias a todos aquellos que me han enviado e-mails en cadena durante el año pasado, porque gracias a vuestra amabilidad...

1.- He leído 170 veces que el Messenger de Hotmail iba a suprimir mi cuenta.


2.- He acumulado alrededor de 3.000 años de mala suerte y me he muerto 67 veces por culpa de todos los e-mails en cadena que no he reenviado.

3.- Cuando salgo de IKEA, no miro a nadie, por miedo a que él (o ella) me lleve a un hotel, me drogue para quitárme un riñón y lo venda después en el mercado negro!

4.- También he ingresado todos mis ahorros en la cuenta de Amy Bruce, una pobre niña que estaba enferma en el hospital, más de 7.000 veces (es curioso, esta niña sigue teniendo 8 años desde 1995…).

5.-Mi Nokia GSM gratis nunca me llegó, ni las entradas que gané.

6.- He añadido mi nombre a los otros 3.000 que ya había en una petición, y quizás haya salvado una especie en peligro de extinción de una ardilla enana de pelo duro en Bielorrusia oriental.

7.- Conozco la forma de no estar solo en el amor: basta con escribir el nombre de una persona en un papel pensando en ella, después te rascas el culo dando vueltas en el sentido de las agujas del reloj alrededor de un Renault 4L (y no es fácil de encontrar!)

8.- He leído al menos 25 tomos de todos los preceptos del Dalai Lama, y he acumulado felicidad para los próximos 4.690 años por lo menos!!

9.- Sin olvidar las 50 veces que he tenido que examinar mi pantalla día y noche para detectar el famoso mensaje que contenía el puto virus para el que ni siquiera microsoft, macaffe, norton symantec eran capaces de encontrar el antídoto. Y que, no contento con joder el disco duro, podía también metérse en la cadena de música, la tele, la cafetera… cabrón!

IMPORTANTE: si no envías este email en los próximos 10 segundos a al menos 8.500 personas, un dinosaurio llegado del espacio vendrá a comerse a toda tu familia mañana a las 17h 30.

martes, 22 de enero de 2008

EL PRIMER AFEITADO


Javier cumplió trece añazos el 1 de enero. Confieso que estuve todo el verano pasado rociándole los pelillos incipientes del bigote con Camomila Intea (NOTA: antiguo mejunje que las vagas de mi generación usamos aún para teñir de rubio ese vello molesto cuando nos dan pereza la cera o su versión moderna, las epiladys, si el presupuesto no llega para la depilación láser). Definitivamente, he perdido la batalla: durante estos meses, esa pelusilla ha mutado en horrendos pelos negros que sombrean la sonrisa eterna de Javi.
Así que, hace unos días, nos planteamos el dilema: ¿cuchilla, maquinilla o cera? Padre y hermano en contra de la primera opción por miedo a cortarle (el aún no es capaz de hacerlo por sí mismo). Madre que se inclina por la tercera, pelín dolorosa -vale, lo reconozco-, pero que permite espaciar en el tiempo el ritual. En el concilio familiar, acaba ganado la maquinilla eléctrica.
Es curioso cómo las circunstancias te van llevando de la mano pese a estas pequeñas decisiones en la vida cotidiana de una criatura con discapacidad intelectual.
La maquinilla no aparece y sigo los pasos del manual para el "perfecto familiar de niños con problemas de conducta". Esto es, primero le he dado a escoger entre afeitarse con maquinilla (gesto de mi puño cerrado haciendo grrrr por su cara), con cuchilla (como papá y Daniel) o con cera, como mamá. Él escoge la última opción. Después, pictograma del acontecimiento (dibujo esquemático de lo que vamos a hacer). Satisfecha, me acerco a él enarbolando la cuchara de madera por la que churretea un sospechoso líquido verde. Mi tono almibarado de "¿ves?, como mamá; no pasa nada, sólo es un pequeño tironcito para quitar los pelillos del bigoturrio..." no debe convencerle lo más mínimo. Resultado: Javier sale corriendo en dirección contraria.
En un premeditado golpe de estado, me tiro a la cuchilla y esparzo la espuma de afeitar por encima de su labio superior... Bueno, y por sus dientes, sus encías, su lengua y hasta sus orejas. Inexperta, tomo el artilugio mientras intuyo mi cara hecha un mar de dudas. ¿Esto se hace para arriba o hacia abajo? La risa escandalosa de Javier se cuela por el pasillo y aparece en la puerta del baño su hermano Daniel. Horrorizado ante mi evidente falta de destreza, entona un paciente "trae, déjame a mí", me coge la cuchilla, le explica a su hermano cómo poner los morros ("así, como si estuvieras dándo un beso") y acaba la operación en un plis plas.
Me emociono. No sólo por la ternura y la paciencia de Daniel, sino porque me parece una etapa importante en la vida de Javier. Es como un punto y aparte. Sólo tengo dos formas de afrontar este momento:
1.- El cuerpo de un adolescente ha atrapado a mi bebé, a mi niño pequeño. Lloro.
2.- Mi niño pequeño ya no es un bebé: es un adolescente con discapacidad intelectual y, por tanto, afrontaré esta nueva etapa de su vida con la misma ilusión con la que viví la de su hermano Daniel. También lloro.
Escojo la segunda opción y os dejo el testimonio gráfico de un momento entrañable.